Identidad e Historia

Asociación andaluza de escritores y críticos literarios

La AAEC (Críticos del Sur)

Es una asociación sin ánimo de lucro que fue fundada hace veinte años por un grupo de escritoras, escritores, profesores de universidad, periodistas y críticos literarios andaluces con el objetivo fundamental de la difusión de la cultura andaluza en el ámbito de la narrativa y la lírica.

Desde su fundación, allá por el año 1994, ha seguido dos grandes líneas de actuación: la concesión del Premio Andalucía de la Crítica a las obras narrativas o líricas más importantes publicadas cada año en el territorio andaluz, y la organización de eventos culturales, jornadas de crítica literaria y encuentros literarios sobre escritores andaluces.

En estos VEINTE años de funcionamiento destaca la concesión de los premios de narrativa a escritores como José A. Muñoz Rojas, Antonio Prieto, José María Vaz de Soto, Julio M. de la Rosa, Antonio Soler, Eduardo Mendicutti, Salvador Compán, Manuel Talens, Hipólito G. Navarro, Rafael Escuredo, Isaac Rosa, Rafael Ballesteros …, y en lírica a escritores como Pablo García Baena, María Victoria Atencia, Chantal Maillard, Carlos Edmundo de Ory, Rafael Guillén, Manuel Mantero, Jenaro Talens, Aurora Luque, Alberto Torés, María Rosal, Luis García Montero, Juan Cobos Wilkins, Antonio Carvajal…

Pero quizá lo más significativo de este evento es que en su momento el Premio Andalucía de la Crítica valió para afianzar o proyectar la carrera literaria de determinados escritores anticipándose a otros premios de ámbito nacional. Así, la concesión de los premios a escritores bastante desconocidos en su momento permitió a éstos adquirir un conocimiento más amplio. Los casos más significativos, que pueden servir de ejemplo de lo que decimos, son los de Antonio Soler, Salvador Compán o Isaac Rosa, reconocidos respectivamente (y después de habérseles concedido el premio andaluz) como Premios Nacionales de la Crítica o finalistas del Planeta; o incluso ganadores también del Premio Nacional de la Crítica, como son los casos de María Victoria Atencia y Chantal Maillard, a las que se le concedió éste inmediatamente después del Premio de la Crítica de Andalucía; o el premio de narrativa al joven sevillano Isaac Rosa, al que después de nosotros entregarle el Premio Andalucía de la Crítica, se le concedió uno de los premios más importantes de Hispanoamérica.

La falta de dotación económica de estos premios le da un valor trascendente, en cuanto que la valoración literaria de la obra lo que produce es un aumento en el prestigio personal del escritor, que es elegido por sus propios compañeros escritores y críticos.

La realización de Jornadas Literarias sobre la creación y homenajes a escritores y escritoras andaluces ha sido constante en este largo periodo. Entre ellas podemos citar, por ejemplo, las realizadas en Málaga, hace unos años, organizadas conjuntamente por el Ayuntamiento de la ciudad y la Asociación de Críticos sobre la narrativa actual y la heterodoxia; pero también un conjunto de homenajes que realizamos de escritores andaluces. Por ejemplo, en los últimos años se ha homenajeado a los escritores José Luis Acquaroni (Premio Nacional de Literatura en los ochenta), A. Rodríguez Almodóvar (Sevilla), los hermanos de las Cuevas, Julio Alfredo Egea, José Luis Cano, Salvador Compán…

La Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios es también una de las Asociaciones adheridas a P.A.P.E.L. (Pacto Andaluz por el Libro de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) con el propósito del desarrollo del libro en Andalucía junto a los Editores Andaluces y los demás entes de la Comunidad Autónoma. Y desde el principio ha contado con el respaldo y el apoyo decidido de la Consejería de Cultura que de modo institucional está presente habitualmente en la entrega de los Premios Andalucía de la Crítica con la presencia del consejero de Cultura y con una ayuda económica para la celebración de estos actos.

Son botones de muestra que nos permiten mostrar una realidad en la que están comprometidos dos centenares de escritores y críticos literarios con extensos currículos, directores del Instituto Cervantes, profesores de Universidad, miembros de Academias de Buenas Letras de Andalucía, premios nacionales…, cuya única pretensión es publicitar y poner en valor la creación literaria que se hace en Andalucía.

 

Fines principales de la asociación

Los fines de la Asociación son principalmente culturales, con independencia de cualquier otro, y nació con voluntad de colaboración con las entidades culturales y asociaciones profesionales. Como figura en el Apartado Segundo. De los fines de la Asociación, estos son los siguientes:

la defensa de su ámbito social y profesional

Será finalidad prioritaria de la Asociación la defensa de su ámbito social y profesional para el desarrollo de la cultura en sus múltiples manifestaciones.

intereses legales y profesionales

La Asociación atenderá los intereses legales y profesionales de los escritores y críticos asociados en sus legítimos derechos en cuanto inherentes al ejercicio de su trabajo con relación a las instituciones públicas o a cualquier forma de difusión social.

legado de la cultura andaluza

La Asociación promoverá primordialmente los estudios de tipo crítico, erudito o de investigación en el rico legado de la cultura andaluza.

órgano consejero o consultivo

Es propósito de la Asociación participar, como órgano consejero o consultivo, en el mundo de la cultura fomentada desde las instituciones, organismos y medios de comunicación de la Comunidad Andaluza.

difusión en medios

La Asociación difundirá, a través de los medios a su alcance, información sobre asuntos referentes a la cultura andaluza.

Antonio Hernández - Presidente de Honor

INTRODUCCIÓN. VEINTE AÑOS NOS OBSERVAN

En Córdoba, a las 18 horas del 25 de agosto de 1994, dio comienzo la Asamblea Fundacional de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios con un orden del día que trataba de su creación, la aprobación de los estatutos y la elección de la Junta Gestora que se encargara de la preparación y organización documental necesaria para poder iniciar su andadura. Antonio Rodríguez Jiménez, puntal incuestionable, Carlos Clementson y Alejandro López Andrada fueron algunos de los socios promotores designados para desvelar el alba de los acontecimientos que, en contra de los deseos frustrados de pésimos agoreros, todavía extiende sus alas poderosamente por el siempre enrarecido aire de la literatura andaluza. Desde unos meses antes ya habíamos trabajado en la puesta en marcha de una idea del Grupo Críticos del Sur a la que yo presté oídos desde la posibilidad de que un hostelero de Arcos, José Antonio Roldán Caro, se ofreciera como mecenas más que generoso para correr con el gasto que podía suponer el alojamiento de una treintena de críticos y profesores en ejercicio y dispuestos a ofrecer su trabajo cara a la actividad inmediata de más relieve: los Premios de la Crítica Andaluza de Narrativa y Poesía. El ideario, previamente fijado en una informal asamblea granadina a las que acudieron más de cien escritores sureños, se fijaba en una sola premisa: objetividad democrática sin otro interés que el de ir destacando anualmente los libros de los mencionados géneros y, por supuesto, como objetivo, los mejores en cada uno de ellos según la gustativa de quienes juzgaban.

Los representantes de los medios de comunicación más importantes de Andalucía, y algunos en la brecha de un pasado reciente que los proclamaba como maestros merced a sus bibliografías descollantes, no tardaron en dar en la diana distinguiendo dos libros memorables: El discurso de hierba de Rafael Soto Vergés, en poesía, y La casa del padre de Justo Navarro, en narrativa. Como la estancia en Arcos daba para trabajar y divertirse, se añadió lo que, inalterable, permanece, una tanda de conferencias y mesas redondas dispuestas para afirmar en su presente esplendoroso o rescatar de su injusto olvido a escritores con los que estábamos en deuda de formación. Digamos que, entre los primeros, a Rafael Alberti; y, entre los segundos, al también grande Julio Mariscal.

La entrega de los premios se celebraba en Córdoba, como en Arcos los fallos, también de manera estable, precedida, con idéntico formato, por el homenaje a un escritor meridional en la misma situación de esplendor o de sombra contingente, esta vez con la colaboración de la Diputación y, al igual que en el pueblo gaditano, siempre con la ayuda oportuna de la Consejería de Cultura de la Junta. A este respecto resultaría de ingratitud clamante no citar los nombres de Juan Manuel Armario, alcalde de Arcos, de los presidentes de las diputaciones gaditana y cordobesa, Rafael Román y José Mellado Benavente, de Carmen Calvo y Elena Angulo, responsables de Cultura del gobierno andaluz; a los Cuadernos del Sur del Diario Córdoba, palanca de nuestra empresa; al Diario de Málaga y su Papel Literario, siempre con nosotros; y, en este capítulo de agradecimientos, al equipo de canal autonómico Al Sur, programa que capitaneado por el decisivo e inolvidable José María Bernáldez, sostuvo el evento y compensó la munificencia de Roldán, el patrocinador clave para que la maquinaria no cesara.

Dicen las lenguas románticas que quien bien ama tarde olvida, pero a pesar de nuestros agradecimientos a todos cuantos creyeron y siguen creyendo en el proyecto cultural andaluz de iniciativa privada más importante, longevo y en pie cara a la proyección de nuestra literatura, seguro que la memoria, la mía, involuntariamente le hace burla en esta rememoración de apoyos a alguna institución pública o privada en ayuda ocasional, como Cajasur, Cajasol y La Caixa, o a algún industrial complementario, como –pongo por caso– mi amigo permanente sin trampa Alfonso Fernández Asurmendi, quien, en una ocasión, tuvo que abrir en sábado las puertas de una caja de ahorros para cubrir el medio millón de pesetas destinado a los desplazamientos y que no acababa de llegar de Sevilla. Llegó, como dicen los cronistas boxísticos, sobre la campana, y Alfonso, que también ponía el vino como Pepa Caro sus cuotas de ánimo y, cuando pudo, su hombro de alcaldesa, anduvo tardes, noches y madrugadas con el medio kilo en el pantalón del vaquero, hasta el mismísimo lunes que, un poquito menguado, lo volvió a empotrar en su cuenta corriente. En consecuencia, como dejó para la posterioridad Aristóteles, que el olvido no sea señal de menosprecio y, por tanto, causa de enojo, sino, en todo caso, como me permito decir yo, lamento sin apellidos. En general, y es parla de Maquiavelo, se olvida antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio. Pero el nuestro, tanto el adquirido en Arcos y Córdoba, como después en Málaga, ya con la batuta maestra de Francisco Morales Lomas, el desvelo acompañante de Manuel Gahete Jurado, como secretario general y el respaldo de UNICAJA, principalmente gracias a las iniciativa de García Pérez, se cifra en los aciertos recuperados y premiados. Sirva entre los primeros, como ejemplo, el homenaje dedicado a la hasta entonces marginada Julia Uceda, quien de inmediato obtuvo el Premio de la Crítica y fue distinguida por las autoridades de la Junta como Hija predilecta de Andalucía, título que igualmente obtuvo, tras nuestro premio, y el consiguiente de los críticos del Estado, la malagueña María Victoria Atencia, que entremezcló su categoría reconocida con una serie de autores promocionados a galardones de ámbito estatal o interatlántico –el Planeta, los Nacionales de la Crítica–, recibidos inmediatamente después de los nuestros por Salvador Compán, Antonio Soler, Aurora Luque o Isaac Rosa, cuyo libro El vano ayer atravesó el océano para hacerse con el más importante de Latinoamérica, el Rómulo Gallegos, consagrador a escala internacional.

Citar a todos los galardonados –uno, Manuel Mantero, lo obtuvo dos veces– de todas las generaciones y tendencias expresivas, a todas las editoriales de línea varia y a todos los profesores conferenciantes, excedería el fin de estas palabras celebratorias que solo quieren dar fe –orgullosamente cuando el orgullo no es jactancia– de un trabajo más allá de querencias localistas o intereses de grupos, y de una vocación solidaria que evidencia la generosidad de los protagonistas más importantes y oscuros: los miembros de los jurados, creadores notables también en muchos casos, capaces de renunciar, en su papel de críticos, a los galardones. A ellos –los últimos serán los primeros– las gracias especialísimas porque lo hicieron por amor a la literatura y a la justicia, eso que no abunda entre los que, supeditados a intereses mercantiles, hacen que muchos lectores confundan valor y precio como distinguió desde su grandeza don Antonio Machado. Y, por supuesto, a los socios, muchos de ellos con la sola recompensa oscura y noble de saber que así ayudan a proyectar, desde un cuadro de honor anónimo, la literatura andaluza.

Veinte años ya de constancia y logros nos avalan. Cierto que no todo ha sido perfecto. Pero el trabajo y el sentido común se asocian para llegar a la meta del reconocimiento general. Y esto, precisamente, es lo que ahora no nos puede negar nadie.